OPINIÓN > Pensando en voz alta

 - Por Rosana Forgas - 


Imagen: La Nación

La semana pasada mi teclado enmudeció.

De repente, luego de que una mujer, toda vestida de rosa, ante un auditorio colmado de una universidad pública de la Argentina profunda, en cadena nacional, nos diera a todos los que la admiramos -e incluso a aquellos que, odiándola en público, inconfesadamente no resisten la tentación de escucharla en privado- una verdadera clase magistral.

Somos muchísimos los que quedamos extasiados escuchando su claridad conceptual, su rigor histórico y su perpetuo compromiso por militar las políticas que nos garanticen más derechos, enfrentando con furia a las medidas -oficialistas u opositoras- que nos los conculcan.

Y sentí, como tantos compañeros, que después de oír su voz tan esperada, no queda ni una letra por agregar, es entonces cuando varios de nosotros nos sumimos en un prolongado silencio en el intento de repasar mentalmente todos sus conceptos, en descifrar sus metamensajes -esos a los que Cristina nos tiene tan acostumbrados- y en imaginar esa ferretería donde los militantes de a pie encontremos las herramientas -y los modos correctos de usarlas- para, unidos y organizados, empezar a construir la victoria  del 2023.

Hasta el pasado viernes, en el Chaco, el sentimiento de orfandad era el que más pesaba en la militancia que, atónita y desconcertada, parecía no encontrar las señales que le permitiera remplazar la zozobra por el fragor de una lucha colectiva con banderas unificadas e indiscutidas.

La crisis interna en nuestro frente era aún, para muchos, un trascendido, representaba sólo chismes de pasillo con funcionarios de segunda y tercera línea -de los que funcionan y de los que no- o, en el mejor de los casos, intercambios tuiteros de alto voltaje. No habíamos tenido la oportunidad de escuchar de boca de ningún protagonista de la escena nacional, la gravedad de las diferencias que existen en la dupla gobernante -que, hasta que se demuestre lo contrario, parecieran no ser tácticas sino estratégicas-.

Y fue justamente la principal actora quien nos las describiera con precisión meridiana y que nos hiciera tomar consciencia de lo que podemos perder separados. Temor que, tal vez, hizo más largo el silencio de aquellos a quienes no nos gusta que nos cuenten nada de política, a quienes nos gusta sacar nuestras propias conclusiones luego de, usando nuestros propios sentidos, leer y/o escuchar, pensar, analizar y opinar. En ese orden.

Ojalá que el discurso de nuestra conductora pueda ser una bisagra en el accionar de todo el campo nacional y popular porque de verdad creo que tenemos la oportunidad de demostrar que sus dichos son absolutamente ciertos: tampoco entre nosotros hay peleas -aunque lo disimulemos muy bien- sino debate de ideas y proyectos a futuro y que sabemos distinguir entre compañeros, aliados, adversarios y enemigos.

Creo también que estamos empachados de diagnósticos de situación, de interpretaciones sesgadas de la realidad, de discusiones estériles y de los hayque. Esos infumables personajes, barrabravas de las redes, que nunca gestionaron ni un kiosco y que repiten constantemente Hay que hacer esto, hay que hacer lo otro… y que emiten comentarios irresponsables e inconvenientes que no suman ideas ni multiplican ilusiones. Sino que dividen los esfuerzos y restan energía, dejando la impresión de que el triunfo en la batalla cultural que logró el neoliberalismo es apabullante.

Entonces pienso y me digo que algunos que, por razones etarias, laborales o de salud, no podemos meternos en el territorio como cuando éramos jóvenes para escuchar sin filtro el padecimiento cotidiano de nuestros coterráneos más vulnerables y acercarles respuestas a sus innumerables problemas, debemos entonces ocuparnos de empuñar otras armas como la pluma y la palabra, con el propósito de contribuir a la transformación de pensamientos hormonales en decisiones neuronales.

Porque somos sobrevivientes de una época gloriosa en que reaccionarios eran los viejos y revolucionarios los jóvenes, en que no se concebía la ecuación inversa como la de hoy, en que uno ve con espanto las imágenes de la Feria del Libro colmada de seguidores de ese fenómeno que es Javier Milei, pero que a nadie sorprende porque sabemos que es producto de la artesanal construcción de los poderes hegemónicos, aprovechando ese grado de inmunodepresión a la que sometieron a la mitad de la población, colonizándole la subjetividad.

Y como soy optimista compulsiva como dicen mis amigos, me consuelo pensando que estamos a tiempo de despertar, de desoír a los enojos y a las decepciones para no entregar definitivamente lo que queda de nuestra soberanía y de nuestra dignidad en manos del verdadero enemigo, que no está, precisamente, dentro del Frente de Tod@s.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

OPINIÓN > Una mirada extraterrestre

ECONOMÍA > LISTA DE FUGADORES DE DOLARES ARGENTINOS EN EL GOBIERNO DE MACRI

EL MUNDO > La necesaria 'rusofobia' impulsada por EEUU