OPINIÓN > La libertad de expresión
- Por Aníbal Diego López -
Hay un apotegma que ya
no se discute: la libertad de alguien tiene como límite la de otro que se ve
afectado por la primera. Por ejemplo, existe la libertad de expresión como
derecho de todos los ciudadanos de la República Argentina. Y debe respetarse a
rajatabla. Pero también está el derecho de todos de informarse adecuadamente,
lo que implica primordialmente la veracidad de la información recibida. La
libertad de expresión la ejercen los medios masivos de comunicación. ¿Tiene
algún límite esa libertad? Claramente sí. La veracidad de la información
suministrada. Porque si se viola ese principio, se vulnera la otra libertad
implicada: la de ser informado adecuadamente.
Si yo fuera presidente
de la República Argentina, usaría estas ideas como guía para un discurso por
cadena nacional. Y enviaría un proyecto de ley para que se castigue lo que se
define como “real malicia”: difundir noticias FALSAS A SABIENDAS DE QUE
LO SON. Pero no sólo eso, sino que forman parte de un plan diseñado para crear
una imagen distorsionada de la realidad. Porque eso es el lawfare, una
usina de funcionamiento permanente que crea una realidad paralela, en donde los
malos son buenos y los buenos son corruptos. Y que se complementa con un aliado
indispensable: un poder Judicial cómplice que persigue al elegido como blanco,
incluso violando todas las normas del derecho. Entonces se añade una nueva
noticia, la del proceso judicial. Todo ese proceso es de una enorme gravedad,
no solo por el daño a la honra (y muchas veces, la libertad) de las personas,
sino porque la información es la materia prima más importante de la democracia.
Un sistema que propaga información falsa desemboca en una democracia
bastardeada. ¿Acaso no aprendimos la lección del año 2015? Nos sale fácil la
autocrítica permanente, especialmente inducida por los sectores que le
retacearon su apoyo a Cristina, ante tanta persecución despiadada que no se
detuvo ni ante su hija, y entonces buscan en los errores de la gestión las
causas de la derrota de 2015. Parece que olvidaron todas las siniestras
operaciones, empezando por el caso Nisman y concluyendo con el tema de Anibal
Fernández y la efedrina. Con todo ese operativo ferozmente articulado y
difundido masivamente por años, solo 350000 voluntades llevaron a Macri al
gobierno. Todo ese sistema que articulaba al Poder Judicial con los medios
hegemónicos bajo la tutela de la embajada, sigue hoy en día potenciado y
perfeccionado porque se sumaron votos opositores en el Congreso de la Nación,
con lo que además el poder político menguó.
No le gustaba la ley de
Medios al presidente Fernandez. Una ley que recorrió el pais para sumar apoyos
y que fue votada por amplias mayorías. Una ley que fue además confirmada en su
constitucionalidad por la Suprema Corte. No le gustaba… dijo. Y entonces no
decretó la nulidad del decreto de Macri del 5 de enero de 2016 (solo 15 dias de
gobierno llevaba Macri mirá si la tenía clara, él o sus mandantes). Es que
ellos nunca se equivocan de enemigo, nosotros… todo el tiempo. Preferimos
husmear en las trincheras propias que en las del enemigo. Volver atrás con ese
decreto y recuperar la vigencia de la ley de medios era fácil en 2019. También
lo era ampliar la cantidad de miembros de la Corte Suprema (con solo tener en
cuenta la espuria manera en la que accedieron dos de ellos alcanzaba para su
justificación). Reponer a Gils Carbó en su puesto, patada en el culo mediante a
Casal, también era fácil en diciembre de 2019. Muchas cosas que eran fáciles en
2019 ahora se ven demasiado complicadas. Por ejemplo, plantear la intervención
del poder judicial de Jujuy para negociar la libertad de Milagro Sala era una
clara posibilidad en esos primeros días, dadas todas las tropelías que se
cometieron bajo las órdenes del señor feudal Gerardo Morales.
La lista de acciones
posibles de ejecutar al principio del mandato no se agota en la enumeración
precedente y habría sido un fortalecimiento muy significativo de la imagen del
presidente Fernández. No se hizo, tal vez por una apuesta a la moderación.
Apuesta errónea sin duda. El presidente debería hacerse cargo de ese fracaso y
dar un vuelco en esa política de no pelearse con los enemigos al precio de
decepcionar a los amigos. Esos que tantas esperanzas habían depositado dentro
de la urna. Por ejemplo, esperábamos que se hiciera algo con el tema de los
medios de comunicación, más allá de la apelación al buen comportamiento de los
que nunca se portaron bien. Porque creer que eso dará resultado es de un
infantilismo que desalienta. Es confundir al enemigo considerándolo solo como
adversario. Pero parece que no hay ningún plan para enfrentar el problema. Por
eso sugerí la cadena nacional explicándole a la población lo que está pasando
en la República Argentina, un pais con una concentración mediática inédita en
el planeta.
Falta poco más de un año
para las elecciones. Es curioso que se dude del resultado y se mencionen a
diversos esperpentos como candidatos opositores con posibilidades de acceder a
la presidencia de la república. Casi todos tienen deudas con la justicia
bastante graves, y además muy fáciles de probar porque dejaron todos los dedos
marcados. ¿Tan poca fé le tenemos al accionar de la justicia? Claro, damos por
descontada la protección mediática de que goza el accionar mafioso del Poder
Judicial. Y también damos por perdida la batalla contra los “sótanos de la
democracia”... ésa batalla que tantas veces mencionó el presidente Fernández
como su objetivo fundamental. Y ese derrotismo implícito induce a pensar en
que la posibilidad cierta de que el gobierno vuelva a quedar en manos de
delincuentes, no nos preocupa lo suficiente. Que además gestionarán la cosa
pública en el sentido de la exclusión social y el desguace tanto del Estado
como del entramado industrial de la Argentina.
A nosotros, los de
abajo… sí nos preocupa mucho y pondremos presencia militante con la palabra, en
la calle y en el texto .
Falta que alguien se ocupe
y YA. Presidente Fernández: su turno.
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